Y sigue ahí, como siempre
tendido en toda su humanidad,
divagando entre las notas delirantes del ayer,
todo el rato entre
ruidos y pensamientos equívocos,
todo el tiempo entre pensamientos y pasares
de una vida que tal vez vendrá un día.
Le miro y creo ver sus agallas
para ganarle a un paranoico pensar,
a una idea que en su semblante pareciera
que se pone intensa de tanto intentar.
Pero también esos pueden ser
eufemismos que habitan en lo más recóndito
de su fatídico bagaje,
pueden ser acaso los garantes
de su estadía aventurera
en las calles desiertas y polvorientas
del pasado que viene una y otra vez
como para quedarse y estropear entonces
todas las imaginaciones posibles
que puede tener un pensador síncope
y que aguarda siempre por un
destello de luz, sin importar que fugaz e
insensible desaparecerá de la noche
cargada de penumbra y soledad.
Le miro otra vez y me pregunto,
será que estos pasajes
en su mente, serán acaso su amuleto
para seguir tan ensimismado
como si deambular y perseguir
esos vasallos y faltos de cautela,
pensamientos suyos,
vengan a darle, aunque con retardo evidente,
una pasada de mano
y una sonrisa en su cara,
una vigilia constante para mejorar
su proyecto idílico,
su afanoso plan de hacerse infalible
realidad que tienes ante sus ojos,
pero que a su antojo
ignora y deja que pase
como un acertijo por
sus horas de ocio.