(BennyOnisso_20120614)
Y tan ausente
estuve
que no pude percibir tu partida,
tan ausente
como una ráfaga de olvido
en tu memoria de mar errante,
tan ausente como las gaviotas
que marcharon el otoño entrante,
tan ausente y tan vacía
como la luna al nacer el nuevo día.
Tan sola y tan callada
como los ojos inertes
en la penumbra de tus horas
silentes y perdidas,
tan ausente y tan entera
como la mañana de tus noches yertas,
como la noche negra
de llorar tu indiferencia,
lacia y trémula como las mejillas de Julieta
por amor muerta.
Tan ausente estuve
que me había ido varias veces,
de ti y de mi mundo soñado
y me fui cada vez más lejos,
para que no me encontraras entonces,
para no regresar a este pesar de prisionera
entre tus lánguidas armas
que tienes para sostener mi presencia.
Tan ausente y tan invisible,
me fui tras los cristales para no oirte,
me quedé entonces
viéndote del arco de tus pupilas
azulosas y marchitas,
tan ausente y tan presente
como una bella y triste golondrina
en tu boca ausente de besos y risas.
Tan ausente estuve
cuando ya te ibas,
que no sentí cerrar la puerta de la vida,
sin lágrimas y sin penas,
sin sollozos ni lastimosos
martirios por tu amor ausente,
sin llantos que desgarren las madrugadas,
ni corazón vivo para que
pregunte por que no regresas.
Tan ausente estuve
que hasta olvidé tu
perfume,
olvidé el aroma de tu café matutino,
olvidé tu beso arrepentido al despedirte,
y olvidé tus horas en mi regazo de niña inocente:
esa de hadas y príncipes
que vendrían en su rescate;
esa que ya no regresa, porque se la llevó el destino...
